Encuentro con la ley [Privado Ludwing]

El rubio había comandado a sus hombres en busca de aquel pirata, no es que le levantara mucho el ánimo pensar en lo que podría encontrarse, es más, ni siquiera tenía pensado en un principio enfrentarse a él, pero según parecía, había estado molestando en el pueblo y los ciudadanos habían llamado a la Marina, que le habían hecho venir a él hacia ahí... lo cual lo tenía un poco de mal humor pues todavía tenía trabajo a medias en la base.

Caminaba a pasos apresurados, dejando a sus soldados enfrentarse a los tripulantes del barco pirata mientras él buscaba al capitán, quien parecía haber escapado de la revuelta. Estaba concentrado, mirando hacia todos lados menos al frente suya, lo cual provocó que chocase con una chica bastante pequeña y delgada, poca cosa, que salió rebotada de su golpe contra él.

Rápidamente, agarró su brazo para evitar que cayese. La examinó durante unos instantes, no le sonaba de nada aquella chica, pero podría ser una de la tripulación pirata.

Sin decir nada, la asió fuerte para que no se escapara y la miró fijamente, clavando sus ojos azules sobre los de la chica con un gesto serio en el rostro, imperturbable.

-¿Qué haces tú aquí? -decidió darle un voto de confianza, pero esperaba que no le mintiese.

El rubio desvió la mirada súbitamente al ver como ella miraba hacia otro lado, sonrojándose un tanto también, no podía evitar sentir vergüenza de aquella situación, pero ni por ello soltó a la chica. Chasqueó suavemente con la lengua, ¿su trabajo? Dedujo que debía de ser cazarrecompensas, entonces puede que hasta ella tuviera precio por su cabeza y fuera una criminal.

Alzó una ceja ante sus últimas palabras, volviendo a mirar a la chiquilla. Parecía que hablaba sin pensar. Acabó por fruncir el ceño y tirar de su brazo sin demasiado cuidado, no sabía como tratar a las mujeres y tampoco tenía interés en cuidar de que la pequeña criminal estuviera feliz. No era su trabajo.

-Y tú me estorbas a mi, así que te vienes conmigo al barco y ya veremos qué hacer después.

Habló en un tono algo seco, por culpa de la chica iba a perder su valioso tiempo, otro rato más en el que no podría trabajar con tranquilidad por tener que ocuparse ya no solo de piratas, sino cazarrecompensas, lo segundo que más odiaba en todo el mundo.

Mantuvo su gesto serio mientras comenzó a caminar, arrastrando a la chica con él.

Ludwig ignoró sus palabras, no le importaban las amenazas ni si la chica intentaba cumplirlas, sus armas estaban cargadas con balas de Kairouseki y también tenía esposas hechas de ese material, ella no podría llegar demasiado lejos si tenía la Fruta del Diablo.

Frunció algo más el ceño por el mordisco y, con la otra mano, la agarró por el pescuezo cual leona con sus crías, apartando la mano que estaba mordiendo para luego colocársela en la mandíbula, apretando brutalmente y dado su masa corporal, eso era bastante fuerte.

-No vuelvas a hacer eso. -dijo bastante molesto, aflojando el agarre para no partirle la mandíbula- O entonces sí que ocurrirá algo malo.

Dejando esa amenaza en el aire, el rubio volvió a caminar, esta vez agarrándola por el cuello para que no pudiera morderle.

El marine alzó una ceja, sin frenar su avance con la chica a rastras. ¿Qué le importaba que fuera fuerte? Él mismo se valía solo contra el pirata de poca monta al que en teoría se iba a enfrentar. No respondió a lo que dijo, se mantuvo en silencio, todavía pensando sobre sus palabras. La chica parecía desesperada por no acabar en un calabozo.

Suspiró y sacó unas esposas, luego atrapó una mano que encontró libre, colocándole la primera de las dos esposas. Estaban hechas con Kairouseki, la piedra con propiedades del mar, así que si tenía una Fruta del Diablo, no podría usarla contra él.

-No.

Y esa fue toda su respuesta, ni que necesitara decirle algo más a esa criminal tan plasta que le había tocado llevar.