¿Huída imposible? No lo creo [Privado Adler | ADVERTENCIAS | Posibles R-18 y Tortura]

El pelirrojo caminaba por las calles apresuradamente, llevaba una sudadera con capucha que cubría su cabello y ocultaba gran parte de su rostro. No era un buen lugar para pasear, lo sabía perfectamente, por eso trataba de no perder el ritmo de sus pasos y llegar hasta el lugar en el que había fijado el encuentro con sus camaradas. Había dado esquinazo hacía rato a un par de Marines, los cuales... bueno, cayeron a sus pies por decirlo de alguna forma. Bajó la cabeza y se mezcló entre el gentío, había tal cantidad de personas que dudaba ser encontrado tan fácilmente, aunque también creía que sería más fácil perderse, merecía la pena el riesgo.

Aceleró un poco el ritmo de sus pasos, hasta que se chocó con alguien. Levantó un poco la mirada para ver de quién se trataba y dio gracias a tener todavía puesta la capucha cuando vio el logotipo de la Marina en la chaqueta de la persona en frente suya. Volvió a bajar la cabeza.

-Lo lamento -dijo el pirata con voz aterciopelada, esperando que le dejaran irse tal cual.

El pirata esperó en silencio, el tipo parecía tranquilo, puede que no lo hubiera reconocido... su gozo en un pozo. Ya lo creo que lo había reconocido. Chasqueó con la lengua, ¿y ahora qué? Prácticamente sentía la presión de la gente a su alrededor que lo empujaban hacia diferentes lados. En ese caso, lo mejor sería prevenir que curar. Levantó la mano izquierda y le tocó el pecho al almirante. Sonrió un poco, el poder de su fruta del diablo consistía en que cualquier cosa que tocara con esa mano, sería alcanzada por el objeto que tirase con la otra.

-Hala, hasta luego -fue todo lo que dijo, levantando esa mano como despedida.

Luego giró sobre sus talones y echó a correr entre la gente, ya sin importarle que la capucha se le hubiera movido y su cabello pelirrojo se revolviese bajo el viento que chocaba en su rostro. No le importaba si el rubio le seguía o no, todo lo que pretendía era huir de ahí y llegar a salvo a su barco. Pasó junto a un puesto, pasó su mano derecha sobre él y lo tiró al suelo, impidiendo el paso a mucha gente, quizá eso retrasaría al rubio por un rato.

El pelirrojo frenó en seco, algo confuso al no ser perseguido. ¿Qué pasaba? ¿Acaso lo iban a dejar en paz? Suspiró aliviado, bueno, eso le quitaba un gran peso de encima. Aunque esa sensación no duró mucho, pues nada más sentir el perro que caía sobre él notó seguidamente como el suelo impactaba contra su cuerpo... ¿o era al revés?

-Ugh...

Se sobó la cabeza, aquel golpe le había dolido considerablemente. Miró al animal realmente mosqueado, pero se cayó la boca, había algo en él que le... hacía sentirse jodidamente inquieto.

-¿Qué diablos...?

Salvatore jadeó de dolor, aquello era jodidamente malo. Podía notar cada punzada con los colmillos del animal sobre su cuerpo, apoyó la cabeza en el suelo tras seguir la sombra del animal, viendo como el almirante se acercaba, seguro que el muy cabrón había tomado una Fruta de Belcebú. Frunció un poco el ceño y esperó, ya no le cabía otra, aún si se deshacía del perro, el rubio estaba demasiado cerca.

Se sintió desesperado por unos instantes, respiró hondo y trató de mantener la cabeza fría, no debía perder ante los nervios. Debía recordar quién era y cómo hacer las cosas como buen capitán. Esperaba que sus camaradas al menos estuvieran bien.

El pelirrojo agradeció que al menos no apretase más. Entrecerró los ojos al ver al marina acercarse, tenía ganas de escupirle o saltarle encima para golpearle, pero vistos como estaba el perro y que el otro parecía fuerte, no lo creyó como la mejor idea del mundo. Así que permaneció tumbado en el suelo, mirando al tipo con un evidente mal humor, no, a él no le hacía gracia.

-Iba lejos de ti, Marine, todo lo lejos que me permitieran las piernas para poder beber a gusto sin pensar en que me iban a detener. -respondió todavía con un aire orgulloso, devolviéndole una mirada retadora- ¿Y a dónde ibas tú, Marine, que tienes más pinta de macarra que de agente de la ley?

Salvatore soltó un jadeo cuando el animal apartó las fauces de su brazo, eso era un alivio pero sabía que no vendría nada bueno acompañándolo... y así fue. Cerró los ojos y su cabeza se movió debido al golpe recibido. Dolía. Y mucho. Pero no dijo nada, se mantuvo en silencio por su orgullo. Apretó los labios con fuerza, aquello aunque no le había hecho sangre, seguro que le dejaba un buen moratón por unos días.

Fue obligado a levantarse y él no se resistió, todavía algo atontado por el golpe recibido. Entreabrió la boca para replicarle o al menos intentar responder a su pregunta, lamentablemente, ni siquiera la había entendido del todo, le pitaban los oídos. Cerró la boca y negó lentamente con la cabeza a la espera de que siguiera hablando.